Durante este fin de semana muchos volveremos al pueblo donde descansan nuestros mayores. Nuestro camino será de ida y vuelta en forma de visita relámpago o algo más sosegada para mantener viva, con el resto de la familia, su memoria. Sin embargo habrá pueblos de la provincia en los que no se verán coches llegar, tampoco flores ni gente en el cementerio, si acaso algo más de público en la misa de réquiem del día de difuntos. En estos pueblos, a falta de cementerio, será su iglesia la que reúna a la familia en torno a la fiesta cristiana de rogar por las almas de los que se fueron.
Los poblados que el Instituto Nacional de
Colonización construyó en la provincia de Sevilla a lo largo de la última mitad
del siglo XX no tienen cementerio. Los arquitectos de lo moderno al servicio
del Instituto siguiendo sus directrices proyectaron núcleos de población con
diferentes tipos de viviendas, calles, plazas, iglesias, escuelas, artesanías,
ayuntamientos, iglesias y centros para la convivencia social y parroquial, pero
no cementerios.
Los colonos y obreros que llegaron en su día a los
poblados de colonización de las grandes zonas regables de la provincia Bajo Guadalquivir,
Bembézar y Viar– lo hicieron con un proyecto de vida y trabajo a largo plazo y
no de muerte. Los mayores que acompañaron a la familia y fallecieron volvieron
a su pueblo natal, los primeros colonos que por enfermedad o accidente murieron
lo hicieron también o fueron enterrados en los cementerios de los pueblos
mayores del entorno como Los Palacios y Villafranca, Utrera, Las Cabezas de San
Juan en el Bajo Guadalquivir, Lora del Río y Peñaflor en el Bembézar, o Alcalá
del Río en el Viar, en los que se integrarían administrativamente a principios
de los 80 como nuevos barrios o pedanías del municipio.
Nadie pensaba en la muerte, tampoco el Instituto que
nunca elaboró recomendaciones para la construcción del cementerio ni encargó
proyectos. En la nueva colonialidad el sentimiento de identidad colectiva y
pertenencia al lugar tendría que ver pasar tres generaciones para hacer arraigo.
La mayoría de los cementerios que se construyeron en una fase posterior en
otros ámbitos como Extremadura quedaron vacíos tras la negativa general de los
colonos en ser los primeros en enterrarse o pensar, ante las duras condiciones
y precariedad de los primeros años, volver al pueblo de origen, vivo o muerto.
En estos días de Santos y Difuntos vaya nuestro
recuerdo para todos aquellos que llegaron y se fueron de los pueblos de
colonización. Pueblos pensados para trabajar y no morir.
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