En esta época de confinamiento obligado nos da por
ordenar armarios, trasteros y ficheros. Ordenando archivos me encontré con una
carpeta en la que mi hija guardó en su día las notas y gráficos de un trabajo
de curso para la asignatura de Historia de segundo de Bachillerato.
Como son días también de compartir, y en la medida
de nuestras posibilidades, promover o ayudar al trabajo diario de nuestro
alumnado, os presento, La HistoriOCA, una propuesta de estudio y repaso de las
historia con el juego de la Oca. Lo hago habiendo pedido permiso explicito a su
autora que, mira por donde, hoy ya universitaria, dejó la Historia por la
Matemática.
Aquí va, tal y como se redactó e ilustró algunos años
atrás, su origen, reglas y justificación histórica. Espero que os sea de
utilidad como a ella le resultó, pero sobre todo que, como a mí, os sirva para
compartir con vuestros hijos un rato de juego e historia.
La HistoriOCA
Propuesta de estudio y repaso de la historia con el juego de la oca
Propuesta de estudio y repaso de la historia con el juego de la oca
1
El origen
La oca, además del ave que solemos ver en los estanques
de nuestros parques, es un juego de mesa tradicional entre la historia y la leyenda.
Según la Historia el juego podría tener un origen antiquísimo (2000 a.C) al
encontrar una pieza en Creta a principios del siglo XX en la que se observa un
grabado de una espiral con casillas y grandes aves. La Oca aparece también en
el Renacimiento como juego de la nobleza en la Corte de los Médici de
Florencia.
La leyenda nos presenta el juego como distracción de
los griegos durante el sitio de Troya y Palámedes, hijo del Rey de Eubea, como
su inventor. También desde la leyenda, se ha querido ver el juego de la oca como
una guía esotérica de iniciación al Camino de Santiago por ver en su recorrido
las recomendaciones y peligros del camino y ser la oca signo antiguo del
cristianismo.
Sea a como sea, la oca es un juego que nos permite
descubrir la historia de una forma divertida como un recorrido o eje
cronológico similar al que aparecen en los libros de texto, con casillas
generales que se asociación a determinados períodos históricos y otras que hacen
avanzar y retroceder, como guía o ejercicio de repaso. De esta forma se crea el
juego de la HistoriOCA como juego y herramienta de estudio y repaso de las
raíces históricas de España hasta el reinado de Carlos II.
2
Las Reglas de la historiOCA
La HistoriOCA mantiene la estructura básica del
juego de la oca habitual con 63 casillas, en las que se incluyen:
1) Casillas
generales que ilustran algún hecho relevante de carácter histórico ordenadas
cronológicamente que se resumen en el cuadro 1 y se desarrollan en el siguiente
apartado
2) Casillas como las Siete historiOCAS que nos hacen avanzar (de oca
en oca) y volver a tirar (y tiro porque me toca) Casillas 9, 18, 27, 36, 45, 54; Dos puentes que nos hacen avanzar
(de puente a puente) y volver a tirar (y tiro porque me lleva la corriente) Casillas 9 y 12; Dos dados que nos
hacen avanzar duplicando la puntuación del dado que nos hace llegar a la
casilla. Casillas 26 y 52; Una
posada que nos retiene un turno. Casilla 19; Un pozo en el que caemos hasta que
pase otro jugador. Casilla 31; Una cárcel que nos retiene dos turnos. Casilla
52; y Una calavera que nos hace volver a la casilla de salida. Casilla 56.
Cuadro 1. Contenidos de las casillas
generales de la HistoriOCA
Época
|
Período
|
Número de Casilla y tema
|
PREHISTORIA
|
PALEOLÍTICO
|
01.
P. inferior. Homo antecesor
|
02.
P. medio. Homo neandertal
|
||
03.
P. superior. Cueva de Altamira
|
||
NEOLÍTICO
|
04.
La agricultura
|
|
LA
EDAD DE LOS METALES
|
05.
Cobre. Vasos campaniformes
|
|
07.
Bronce. Cultura del Argar
|
||
08.
Hierro. Colonizaciones
|
||
HISTORIA
ANTIGUA
|
TARTESSOS
|
10.
Tesoro de El Carambolo
|
IBEROS
|
11.
Escrituras paleo-hispánicas
|
|
CELTAS
|
13.
Campos de urnas
|
|
PUEBLOS
COLONIZADORES
|
14.
Los Fenicios
|
|
15.
Los Griegos
|
||
16.
Los Cartagineses
|
||
HISPANIA
ROMANA
|
17.
La Romanización
|
|
EDAD
MEDIA
|
CAIDA
DEL IMPERIO ROMANO
|
20.
Los pueblos germanos
|
LA
CONQUISTA MUSULMANA
|
21.
Batalla del Guadalete
|
|
22.
El Emirato dependiente
|
||
23.
Abderramán I
|
||
24.
Medina Azahara
|
||
25.
Reinos de Taifas
|
||
28.
Almorávides y almohades
|
||
EL
AVANCE CRISTIANO
|
29.
Las Navas de Tolosa
|
|
30.
San Fernando
|
||
32.
Castilla
|
||
33.
Aragón
|
||
34.
Navarra
|
||
35.
Portugal
|
||
37.
El reino nazarí
|
||
EDAD
MODERNA
|
LOS
REYES CATÓLICOS
|
38.
Isabel y Fernando
|
39.
La monarquía autoritaria
|
||
40.
La unidad territorial
|
||
41.
La Inquisición
|
||
43.
Las Indias
|
||
44.
Felipe El Hermoso
|
||
46.
Juana La Loca
|
||
LOS
AUSTRIAS MAYORES
|
47.
Carlos I de España
|
|
48.
Carlos V de Alemania
|
||
49.
Felipe II
|
||
50.
San Quintín
|
||
51.
Flandes
|
||
55.
Los Moriscos de la Alpujarra
|
||
56.
Batalla de Lepanto
|
||
57.
Manuel I El Afortunado
|
||
59.
Desastre de la armada invencible
|
||
LOS
AUSTRIA MENORES
|
60.
Felipe III
|
|
61.
Felipe IV
|
||
62.
Carlos III
|
||
CASILLA
FINAL
|
63.
LOS BORBONES
|
3
Base histórica del juego
PREHISTORIA
Como bien indica su nombre, el término Prehistoria
hace referencia al periodo de tiempo previo a la Historia, transcurrido desde
el inicio de la evolución humana hasta la aparición de los primeros documentos
escritos.
Puesto que no existían testimonios escritos, la
arqueología toma un papel fundamental ya que constituye el único medio para
reconstruir los sucesos de la prehistoria, a través del estudio de los restos
materiales dejados por los pueblos del pasado, así como los utensilios, sus
monumentos y sus obras de arte.
Abarca el periodo más largo del desarrollo de la
humanidad, durante el cual se realizaron los primeros progresos, como son la
aparición del lenguaje y la domesticación de animales y plantas.
Este gran periodo se divide en tres etapas: El
Paleolítico, El Neolítico y la Edad de Los Metales
PALEOLÍTICO (piedra antigua)
Es el más antiguo y el más largo, con sus orígenes
hace 1,3 millón de años. En esta etapa el ser humano utilizaba herramientas
elaboradas a base de piedra tallada, hueso y palos. Durante esta época el
hombre fue cazador, pescador y recolector, por lo que llevaba una vida nómada.
Un hecho imprescindible en esta etapa es la aparición del fuego. Incluye:
Paleolítico
Inferior: 1.300.000–90.000. Los restos del Paleolítico
inferior se concentran en Atapuerca (Burgos). Es destacable la industria lítica
(producción de herramientas de piedra), propia de cazadores, encontrada en el
interfluvio del rio Manzanares y el Tajo; y la de las orillas del Guadalquivir.
Este es el periodo del Homo antecesor [Casilla
1]. El homo antecesor es una especie extinguida, perteneciente al género
Homo, considerada la especie homínida más antigua de Europa. Vivió hace unos
900.000 años. Eran seres altos y fuertes, con rasgos faciales arcaicos, y su
cerebro era más pequeño que el del ser humano actual y poseía menos
circunvoluciones cerebrales.
Paleolítico
Medio: 90.000–35000. Se destaca la selección en la caza y
la mejora de los instrumentos, así como su funcionalidad, en la que cada
herramienta desempeñaba una función específica. Se destaca Zafarraya como lugar
de asentamiento humano desde el neandertal, tal como muestran los restos
encontrados en la cueva de dicho localidad. Es el periodo del Homo neandertal [Casilla 2], que es una especie robusta,
con extremidades cortas y el tórax ancho. La capacidad craneal de esta especie
es superior a la del homo actual, carece de mentón y la frente está baja e
inclinada.
Paleolítico
Superior: 35.000–6.000. Se produce la complejidad social.
Usaban utensilios muy complejos, propios de cazadores. La pintura rupestre toma
una gran importancia, destacando las encontradas en la cueva de Altamira [Casilla 3]. Es el periodo del Homo
Sapiens, es decir, del ser humano actual.
NEOLÍTICO (piedra nueva) – 6000. a.C
Los hombres del Neolítico aprendieron a pulir la
piedra para confeccionar sus utensilios, armas y herramientas. El
descubrimiento de la agricultura [Casilla
4] tuvo una gran importancia, lo que significó un proceso de
sedentarización, empezando el hombre a construir sus primeras viviendas. También
levantaron monumentos megalíticos, como los dólmenes y los menhires, posiblemente para rendir
ciertos cultos. Además, surgió una mayor organización social en la que los
hombres que vivían de la tierra se concentraron en grupos cada vez más grandes.
EDAD DE LOS METALES 3000 a.C.
Se divide en tres etapas, según el metal descubierto
en cada una de ellas:
Edad
del Cobre 3000 a.C: En este periodo se desarrolla la cultura
megalítica, en la que destacan los dólmenes, y la de los vasos campaniformes [Casilla 5], que hace referencia a la
cerámica en forma de campana. El yacimiento prehistórico de Los Millares
(Almería), es conocido como uno de los asentamientos más importantes de Europa
de la Edad del Cobre, el cual estaba fortificado con varias murallas.
Edad
del Bronce 1700– 00 a.C: Se desarrollan distintas culturas: El
Argar, conjunto de poblados situados en zona de fácil defensa (sureste español)
[Casilla 7], en los que predominaban
las viviendas rectangulares; y la Talayótica (Islas Baleares), cuyos elementos
característicos eran las taulas, las navetas y el talayot.
Edad
del Hierro 800- 218 a.C: en este periodo se produce una mezcla
cultural y se producen numerosas colonizaciones [Casilla 8].
HISTORIA
ANTIGUA
En este periodo se produjo un intenso contacto,
especialmente en el este y sur peninsular, entre los pueblos indígenas y los
denominados pueblos colonizadores históricos. A finales del siglo III a.C.
tiene lugar la intervención romana, en el contexto de las guerras púnicas, que
dio inicio a un profundo proceso de romanización. Incluye cinco etapas o temas
fundamentales: Tartessos, Iberos, Celtas, Pueblos Colonizadores y la Hispania
Romana.
TARTESSOS
Tartessos fue el nombre asignado por los griegos a
la que consideraron la primera civilización de Occidente. Esta civilización se
desarrolló en las actuales Huelva, Sevilla y Cádiz, en la costa suroeste de la Península
Ibérica, durante el Bronce tardío y el inicio de la Edad del Hierro (1200 a.C).
Los tartessos desarrollaron una lengua y escritura distinta a la de los pueblos
vecinos, y en su fase final, tuvieron influencias culturales de los egipcios y
fenicios. Se destaca de esta cultura al personaje de Argantonio (670-550 a.C.),
el último rey tartésico, único del que se tienen referencias históricas.
Se conoce de esta cultura a través de los textos
escritos de los historiadores griegos. La economía de los Tartessos se basaba
en la ganadería, la pesca y la agricultura, así como las minas de cobre, plata
y estaño. Tartessos es una civilización legendaria característica por su
riqueza minera, destacando El Tesoro de El Carambolo [Casilla 10], que es un conjunto de varias piezas oro y alfarería de
origen fenicio, que fueron encontradas en 1958 en el municipio Camas, a 3 km de
Sevilla.
Tartessos desapareció abruptamente en la historia a
partir de la batalla de Alalia en 535 a.C, en la que los cartaginenses y
etruscos se alían contra los griegos, y tras la derrota de éstos últimos, los
tartessos se quedan sin aliado comercial y expuestos al ataque púnico. En el
500 a.C., la civilizacion tartésica es atacada por los cartaginenses.
ÍBEROS
Iberos fue el nombre que los griegos dieron a los
habitantes originarios de la Península Ibérica. Se trataba de diversos pueblos
diferenciados cuyos primeros asentamientos en la península se sitúan en torno
al 2000 a.C. son considerados los creadores de la gran cultura megalítica sobre
la que tantas muestras se conservan aún en España. Esta civilización agrupa
pueblos muy diversos, como son los turdetanos, layetanos, bastetanos y
edetanos, entre otros.
Uno de los principales testimonios del desarrollo
cultural con personalidad propia de los iberos es su lengua, de la que se han
encontrado numerosos textos en excavaciones. Se conocen tres tipos de
escrituras paleo-hispánicas [Casilla 11]:
la escritura del suroeste, la meridional y la ibérica levantina. Sólo la
levantina se ha podido descifrar en parte por la existencia de monedas escritas
en esta lengua y en latín. Pero en su mayoría, las lenguas iberas, al no estar
emparentadas con otra lengua conocida, no se ha podido descifrar aún.
Los íberos ocuparon la zona sur, central y este de
la Península. Los íberos nunca alcanzaron una unidad política pues era ajeno a
su propia cultura. Se agrupaban en ciudades-estado. Sus principales
asentamientos solían tener un tamaño y población de cierta consideración.
Estaban fortificadas y disponían de una organización interna de viviendas,
calles, espacios comunes, así como otros elementos como edificios públicos,
tanto civiles como religiosos. La mayoría estaban situados en lugares elevados
que facilitaban su defensa a la vez que aportaban una buena visibilidad del
entorno
Su economía se basaba en la trilogía mediterránea:
trigo, vino y aceite. Los iberos nos han dejado un arte muy característico en
el que destacan sus figuras femeninas, como la Dama de Elche y la Dama de Baza.
CELTAS
En el año 900 a.C. se produce la llegada de un nuevo
pueblo indígena, los celtas. Inicialmente permanecieron en el noreste
peninsular creándose la cultura de los campos de urnas [Casilla 13]. A lo largo del siglo VII a.C. se expanden hasta el
noroeste peninsular, especialmente por las montañas galaicas, astures y
leonesas, y los valles del Ebro y el Duero. No existen como un único grupo
cohesionado aunque todos ellos tienen características comunes en la
organización sociopolítica, los rasgos culturales, las creencias religiosas y
el lenguaje. Están formados por los vaceos en el norte de la Meseta; los
lusitanos y los vetones en el occidente de la Meseta; y los galaicos, astures y
cántabros en el noroeste peninsular.
La población se divide en tres grupos sociales:
nobles, libres y esclavos; éstos últimos posiblemente en pequeña proporción y
tratándose sobre todo de rehenes capturados en los enfrentamientos militares. Viven
en poblados fortificados que se sitúan en lugares fácilmente defendibles, no
necesariamente elevados pero que permiten el control del territorio
circundante. Sus asentamientos son muy sencillos, sin una clara organización.
Su economía está basada en la ganadería,
agricultura, artesanía y metalurgia. De estas actividades destaca la ganadería
y el trabajo con los metales, sobre todo con el hierro.
La religión forma una parte fundamental de su
existencia. Realizan sacrificios antes y después de la batalla, reservando a
los dioses parte del botín tomado al enemigo. Rinden culto a los antepasados y
veneran elementos de la naturaleza como el Sol, la Luna, los ríos y los montes,
entre muchos otros. También adoran a algunos animales como las serpientes. En
cuanto al ritual de la muerte practican la incineración y luego introducen las
cenizas en una urna o simplemente en un hoyo.
El fin de esta cultura se localiza en el año 133
a.C., tras ser derrotados por el Imperio Romano.
PUEBLOS COLONIZADORES EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
Las migraciones procedentes del Mediterráneo
Oriental vienen atraídas por la riqueza de la zona en minerales de oro, plata,
y cobre y por las posibilidades comerciales que ofrecía la presencia del mar.
Por orden cronológico, las diferentes colonizaciones que se suceden son las
siguientes:
Los Fenicios: Su llegada se produje en el año 1104
a.C. Formaron una poderosa comunidad en la zona costera del sur y sureste
peninsular. Llegaron procedentes de Tiro (en el Líbano) con la intención de
explotar las posibilidades comerciales de la zona, rica en materias primas. En
el año 1100 a.C. fundaron la ciudad de Gadir (Cádiz) (1100 a. C.). A
continuación establecieron otras colonias mercantiles, como las de Malaka
(Málaga) y Abdera (Adra). Todas ellas se organizaban como ciudades-estado y
prosperaron gracias al comercio con el mediterráneo oriental por cuyo monopolio
lucharon con los griegos. Explotaron los minerales procedentes de las ricas
minas en Andalucía (plata, oro, cobre…), así como estaño que obtenían del oeste
y norte peninsulares. Además del comercio de metales, se dedicaron además
a la pesca y los textiles [Casilla 14].
Los
Griegos: Llegaron a la Península sobre el 700 a.C. por las
mismas motivaciones que los fenicios. Se asentaron en la costa oriental (Rosas,
Denia y Ampurias)y meridional. Su influencia fue grande para los pueblos
indígenas de la costa oriental; además dejaron un importante legado en
arquitectura (las ruinas de Ampurias), en la cultura y en el arte [Casilla 15].
Los
Cartagineses: A comienzos del siglo VII a. C., las
colonias fenicias de occidente pasaron a depender de Cartago. Los cartagineses
ocuparon las colonias fenicias y fundaron otras nuevas en Ibiza y en otros
centros en la costa sur de la península. Cartago había sido derrotada por Roma
en el año 241 a. C. en la Primera Guerra Púnica, lo que tuvo importantes
consecuencias para la Península: los cartagineses tuvieron que renunciar a sus
posesiones en Sicilia, Córcega y Cerdeña y para compensar estas pérdidas,
decidieron extender sus posesiones en la Península Ibérica. Cartago conquistó
Andalucía y Levante, impulsó la explotación económica –agricultura, pesca y
minería –y fundó nuevas ciudades como Cartago Nova (Cartagena), bajo el mando
de Asdrúbal, un general cartaginés de la dinastía Bárcidas (245 – 207 a.C.) y
hermano de Aníbal, también general considerado uno de los más grandes
estrategas militares de la historia. La colonización cartaginesa influyó
poderosamente en la religión, cultura y arte de la población indígena y en
especial en el uso de la escritura [Casilla
16].
HISPANIA ROMANA
Los
Romanos son el primer pueblo que logra dominar militarmente
toda la Península Ibérica, que pasa a formar parte del Imperio Romano. Llamaron
al nuevo territorio Hispania y, durante los seis siglos de dominación romana,
dotaron a los pueblos indígenas de la Península de una nueva lengua, costumbre,
religión y ley. A este proceso se le conoce como Romanización y su legado llega
hasta nuestros días.
La dominación romana de la península fue
consecuencia de la larga rivalidad entre Roma y Cartago por el control del
Mediterráneo Occidental. Los romanos también tenían enclaves comerciales en el
litoral del mediterráneo español y cuando el general cartaginés Aníbal atacó en
el año 219 a.C. la ciudad hispana de Sagunto, aliada de los romanos, éstos
declararon la guerra a Cartago: se iniciaba así la Segunda Guerra Púnica
(218-202 a.C.). Aníbal con un potente ejército decidió atravesar los Pirineos y
los Alpes e invadir Italia hasta llegar a Roma. Los romanos reaccionaron
trasladando la guerra a la Península Ibérica. La estrategia de Roma fue
sorprendente. Además de intentar frenar al ejército de Aníbal en Italia,
decidieron atacar la Península Ibérica para cortarle la principal vía de
llegada de recursos materiales y humanos. El plan funcionó y Aníbal se vio
obligado a regresar para defender sus posesiones hispánicas sin lograr llegar a
Roma. La guerra continuó y el ejército romano conquistó Cartago Nova en el 209
y Gadir en el 206. Con esta última derrota, los cartagineses fueron expulsados
de la península y en el año 202 a. C. los romanos al mando de Publio Cornelio
Escipión derrotaron a los cartagineses dirigidos por Aníbal en Zama (África) y
destruyeron Cartago. La segunda Guerra Púnica terminó, pues, con la victoria
total de Roma.
La
Romanización [Casilla
17]
La conquista de la Península Ibérica le llevó a Roma
más de 200 años. Fue un proceso muy lento e incluso algunas zonas del norte
peninsular nunca fueron dominadas. Paralelamente a la conquista se realiza la
romanización de la península, es decir, su integración en el sistema político,
social, económico, cultural e ideológico romano. Este proceso no afectó a todas
las zonas de la península de igual manera. La romanización fue más intensa y
rápida en las regiones con mayor cultura: Andalucía y el litoral mediterráneo
de la Península; las zonas de la Meseta interior se romanizaron más lentamente;
y las áreas más atrasadas del norte (la zona cántabro-pirenaica), como hemos
dicho, apenas fueron dominadas y, en consecuencia, tampoco romanizadas.
Se define la romanización como el proceso
civilizador por los romanos impusieron su forma de vida a los pueblos
peninsulares. Los rasgos que marcan la romanización son:
El latín sustituyó a las lenguas indígenas excepto
al euskera, que es la única lengua prerrománica que ha llegado hasta nuestros
días.
Se adoptó el sistema social romano, basado en la familia patriarcal.
Se extendió el sistema económico romano basado en el trabajo de los esclavos y en el uso de la moneda. Hispania se convirtió en una importante fuente de recursos para los romanos.
Se modernizaron la agricultura y la explotación ganadera. Los romanos introdujeron nuevas técnicas que mejoraron la producción (el arado romano, el cultivo con barbecho y las modernas acequias para el regadío). Los cereales, la vid y el olivo fueron los cultivos principales. Destacaron los rebaños de vacas en el valle del Guadalquivir, los caballos en Lusitania (Portugal) y las ovejas de la Meseta.
El principal objeto de atención de Roma fueron las minas hispanas: cobre en Huelva, plomo en Cartagena, plata en Sierra Morena y Cartagena, y las de oro en Las Médulas (León).
La artesanía fue impulsada y se concentró en las ciudades.
La estabilidad política, la red de comunicaciones, la división del trabajo y la generalización de la moneda (el denario de plata) favorecieron el comercio, que en los primeros siglos de dominación romana alcanzó una extraordinaria importancia.
Las religiones indígenas se adaptaron a la religión romana y sus dioses.
Otro elemento de romanización fue el ejército. Las tropas romanas extendieron las ideas y costumbres romanas. Los indígenas reclutados para las tropas auxiliares también se convirtieron en agentes de romanización. El ejército, por otra parte, cumplió un papel importante en la romanización al participar en la construcción de la red de carreteras que ponía en comunicación los centros urbanos de la península.
Se adoptó el sistema social romano, basado en la familia patriarcal.
Se extendió el sistema económico romano basado en el trabajo de los esclavos y en el uso de la moneda. Hispania se convirtió en una importante fuente de recursos para los romanos.
Se modernizaron la agricultura y la explotación ganadera. Los romanos introdujeron nuevas técnicas que mejoraron la producción (el arado romano, el cultivo con barbecho y las modernas acequias para el regadío). Los cereales, la vid y el olivo fueron los cultivos principales. Destacaron los rebaños de vacas en el valle del Guadalquivir, los caballos en Lusitania (Portugal) y las ovejas de la Meseta.
El principal objeto de atención de Roma fueron las minas hispanas: cobre en Huelva, plomo en Cartagena, plata en Sierra Morena y Cartagena, y las de oro en Las Médulas (León).
La artesanía fue impulsada y se concentró en las ciudades.
La estabilidad política, la red de comunicaciones, la división del trabajo y la generalización de la moneda (el denario de plata) favorecieron el comercio, que en los primeros siglos de dominación romana alcanzó una extraordinaria importancia.
Las religiones indígenas se adaptaron a la religión romana y sus dioses.
Otro elemento de romanización fue el ejército. Las tropas romanas extendieron las ideas y costumbres romanas. Los indígenas reclutados para las tropas auxiliares también se convirtieron en agentes de romanización. El ejército, por otra parte, cumplió un papel importante en la romanización al participar en la construcción de la red de carreteras que ponía en comunicación los centros urbanos de la península.
Hispania se convirtió en la principal provincia
romana, la más rica, la que aportó a Roma sus mejores soldados e infinidad de
recursos. De hecho, los hispanos recibieron las ciudadanía romana, un
privilegio que da fe de la importancia que tuvo Hispania dentro del mundo
romano. Hispania también aportó hombres importantes de la enseñanza, la
literatura y el arte. El filósofo Séneca, los poetas Lucano y Marcial y el
retórico Quintiliano nacieron en Hispania.
A finales del siglo I d. C. Hispania ya se había
romanizado profundamente.
LA
EDAD MEDIA
CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO Y COMIENZO DE LA EDAD
MEDIA
Tras varios siglos de presencia en la península
Ibérica, el Imperio Romano experimentó en el siglo III d. C. una profunda
crisis económica, política y social. La debilidad de su poder posibilitó la
progresiva penetración de pueblos bárbaros en la Península y su posterior
asentamiento en ella, lo que producirá en el 476 el fin del dominio romano en
la península y el cambio de la Antigüedad hacia la Edad Media.
En el 409 Hispania sufre las invasiones de tres
pueblos germánicos [Casilla 20]: suevos,
vándalos y alanos, estos últimos de origen asiático, que, después de saquear el
país, se establecen en él.
El gobierno central romano, incapaz de frenar estas
invasiones, utiliza los servicios de un pueblo germánico aliado, los visigodos,
para liberar Hispania de las invasiones. Los visigodos entran en Hispania en el
416 y expulsan a vándalos y alanos, la actual Galicia quedó en manos de los
suevos. Cumplida su misión se retiraron de la península para establecerse en el
sur de la Galia (Francia), con su capital en Tolosa (Toulouse), desde donde
vigilan y protegen las tierras hispanas. Años más tarde, los francos, pueblo
germánico en proceso de expansión por las Galias (actuales Francia,
Bélgica,
el oeste de Suiza
y zonas de los Países Bajos y Alemania
al oeste del Rin),
derrotan a los visigodos en Vouillé (507), y los obligan a desplazarse hacia el
sur, de manera que se trasladaron definitivamente a Hispania. Después de una
etapa de avance territorial hacia el interior de la península y de guerra
civil, establecen la capital del reino visigodo en Toledo (554).
Importantes pasos en orden a la consolidación del
reino visigodo de Hispania los dio el monarca Leovigildo, el cual, en el año
585, puso fin al reino suevo de Gallaecia, tras derrotar a su rey Mirón. Éste,
en cambio, tuvo serios problemas con su hijo Hermenegildo, el cual abrazó el
catolicismo, lo que suponía dejar el arrianismo, corriente heterodoxa a la que
se había adscrito, años atrás, el pueblo visigodo. No obstante, unos años más
tarde, en el año 589, su hijo y sucesor en el trono, Recaredo,
lograba la unificación religiosa, al abandonar, en el III Concilio
de Toledo, la herejía arriana y aceptar el catolicismo.
Un gran paso en cuanto a la unificación total de la
península tuvo lugar a mediados del siglo VII con el monarca Recesvinto, al
promulgar, en el año 654, el Líber Iudicum, texto más conocido como el Fuero
Juzgo, el cual se basaba en los Principios del Derecho romano. Dicho texto
suponía la unificación jurídica, a todos los efectos, entre la población
hispanorromana y los visigodos.
En la Hispania visigoda predominaba el mundo rural,
en tanto que la vida urbana había entrado en una fase de declive. La estructura
de la sociedad reproducía fielmente el esquema de la época romana. El sector
dominante, del que formaban parte tanto la vieja aristocracia hispanorromana
como los nobles visigodos, se caracterizaba por la posesión de grandes
territorios. El sector popular incluía a los artesanos y a los pequeños comerciantes
de las ciudades y, básicamente, al campesinado, la mayor parte del cual
trabajaba como colono en los grandes dominios de los poderosos o de la Iglesia.
Los eran labradores que cultivaban y labraban una heredad por arrendamiento y solían
vivir en ella.
Es importante destacar también de este gran reino
las manifestaciones artísticas, en especial las de carácter arquitectónico. La
arquitectura visigoda no posee características rígidas y constantes, sino que
se trata de una serie de elementos que están presentes, como el arco en
herradura, la bóveda de cañón, la sillería encajada sin mortero y la techumbre
de ladrillo.
El estilo visigodo se conforma con unos cuantos
elementos genéricos, como la organización de la planta en naves paralelas o en
cruz, el empleo del arco en herradura, y una personalidad propia y diferente de
otros países.
Las iglesias visigodas están construidas con bloques
de piedra de gran tamaño, recortados en planos rectos, que encajan por juntas
verticales o inclinadas, sin necesidad de formar hiladas de igual altura, y sin
necesidad de mortero, la estabilidad se consigue por el ajuste de los sillares. Cabe destacar de esta arquitectura: La iglesia de
San Martin de Orense; Construcciones de Wamba, Toledo, Iglesia de Santa Eulalia;
Baptisterio de San Juan de Mérida; Iglesias de Santa Leocadia, Toledo, y de San
Félix en Córdoba.
Tras muchos años de éxito y dominio en la península,
las últimas décadas del siglo VIl y la primera del VIII fueron testigo de una
profunda crisis en la España visigoda. La peste causó gran mortandad en el año
693, y las malas cosechas confluían con el incremento del bandolerismo, así
como con la imparable decadencia de la moralidad. Numerosos campesinos,
agobiados por la creciente presión fiscal, huían de sus tierras. La minoría
judía, por su parte, fue objeto de drásticas medidas persecutorias.
Además de
estos problemas, fueron constantes las guerras civiles. La monarquía visigoda
seguía siendo débil debido a las luchas por el poder. Las potencias extranjeras
(bizantinos, suevos y francos) participaban en estas luchas para apoyar a los
rebeldes. La monarquía no podía dominar a los nobles, que se rebelaban
continuamente. Cuando murió el rey Witiza (710), los nobles formaron dos
bandos, uno a favor de los hijos de Witiza y otro seguidor del noble don
Rodrigo, duque de la Bética. Cuando don Rodrigo fue finalmente elegido rey, los
partidarios de Witiza pidieron la ayuda de los musulmanes del norte de África
para derrotar a Don Rodrigo y recuperar el poder. Con la ayuda musulmana
vencieron a las tropas del rey Don Rodrigo en la batalla del Guadalete en el
711 [Casilla 21].
El problema fue que los musulmanes tenían otro plan:
no se contentarían con la compensación por la ayuda prestada sino que viendo la
debilidad de los visigodos decidieron hacerse con el poder en todo el
territorio, algo que lograron con relativa facilidad. Comienza de este modo una
nueva etapa en la historia de España. La península pasó a llamarse Al-Andalus y
la ocupación musulmana se prolongó durante casi ochocientos años.
CONQUISTA MUSULMANA
A principios del siglo VIII los árabes-musulmanes,
que ya dominaban todo el norte de África, iniciaron la conquista de la
Península Ibérica, puente de entrada a Europa. La debilidad de los visigodos
les permitió apoderarse fácilmente del territorio peninsular, donde crearon un
estado que recibió el nombre de Al-Andalus y que se mantuvo durante ocho
siglos, desde el año 711 hasta 1492. La conquista musulmana se divide en cuatro
etapas.
EL EMIRATO DEPENDIENTE (711-756). Entre 711 y 756,
Al Andalus fue un valiato, esto es, una provincia del califato de Damasco
dirigida por un valí o gobernador. En este período, Córdoba se convirtió en la
capital política de Al-Andalus. Los aspectos más relevantes de esta primera
fase fueron: la continuación de la expansión hasta el 732 [Casilla 22], los primeros enfrentamientos internos entre las
principales facciones de la aristocracia árabe (qaysíes y yemeníes) y los
conflictos con los bereberes (musulmanes pero no árabes). El malestar bereber,
tanto en el norte de África como en Al-Andalus giraba en torno a dos problemas:
los elevados impuestos y la adjudicación de las peores tierras a los bereberes,
ambos fueron la causa de sucesivas revueltas e inestabilidad. El acontecimiento
que pone fin al periodo es el cambio político sucedido en el mundo
árabe-musulmán en el 750: la caída de la dinastía de los Omeya en Damasco y su
sustitución por la dinastía de los Abasíes. El único miembro superviviente de
la dinastía derrocada, Abderramán huyó a Al-Aldalus, se adueñó del poder y
proclamó un emirato independiente.
EL EMIRATO INDEPENDIENTE (756-929). Abderramán I [Casilla 23] fundó el Emirato de
Córdoba, independizándose política y administrativamente del Califato de
Damasco, aunque mantuvo con el mismo una unidad religiosa y cultural. Se creó
un ejército mercenario y permanente compuesto por tropas de todas las etnias
más un núcleo de esclavos extranjeros. Este ejército realizó aceifas o
expediciones militares de castigo contra los reinos cristianos del norte. Pero
este fortalecimiento del Estado islámico se encontró con dos limitaciones: la
organización centralizadora, lo que origino revueltas en Zaragoza, Toledo y
Mérida; y los problemas sociales con la población muladí y mozárabe, por el
aumento de la presión fiscal y el empeoramiento de las relaciones entre
cristianos y musulmanes. La inestabilidad política, la creciente debilidad del
poder central y el avance cristiano hicieron necesario un cambio de rumbo en la
historia de Al-Andalus que llegaría con el Califato.
EL CALIFATO DE CÓRDOBA (929-1031). La llegada al
poder del emir Abderramán III (912-961) provocó un cambio en la dinámica
política anterior que amenazaba con la disgregación de Al-Andalus. En veinte
años consiguió someter todo el territorio andalusí y frenar el avance cristiano
por la meseta norte. En 929, tras eliminar la oposición de sus enemigos
internos se proclamó califa, es decir, jefe religioso y príncipe de los
creyentes. Abderramán III trabajó en dos aspectos fundamentales: la pacificación
del y, de nuevo, el fortalecimiento de la estructura del Estado en los aspectos
fiscal, político y militar. De este modo, se inauguró el Califato de Córdoba,
la etapa más brillante de la historia de Al-Andalus [Casilla 24], en especial durante el reinado de Al-Hakam II, hijo y
sucesor de Abderramán III. La última etapa del Califato la protagoniza la
figura de Almanzor que consiguió monopolizar el poder y establecer una dictadura
militar basada en los éxitos militares contra los reinos cristianos (Barcelona
y Santiago). Su autoridad garantizaba el orden y equilibrio entre árabes,
bereberes y eslavos, pero su muerte en año 1002 inició el proceso de
descomposición política que llevó al fin del Califato en el 1031.
LOS REINOS TAIFAS (1031-1090). En 1031, se formalizó
la desaparición del Califato de Córdoba y comenzó el proceso de formación de
los reinos de taifas [Casilla 25],
Estados independientes, muchos de los cuales tuvieron una existencia pasajera. Este
mapa político tan fragmentado refleja las profundas divisiones étnicas y
políticas de la sociedad andalusí. Esta situación debilitó Al-Andalus y fue
aprovechada por los reinos cristianos, los cuales se situaban en la zona
cantábrica pues era la única zona no ocupada por los musulmanes, para reforzar
su poder militar y avanzar en territorios, lo que les llevó a la ocupación de
Toledo (1085) por Alfonso VI de Castilla. Ante la amenaza del creciente
expansionismo cristiano, algunas taifas buscaron la ayuda de los almorávides [Casilla 28], que eran bereberes del
norte de África que habían consolidado un poder importante en la zona. Las
subidas de impuestos y su ortodoxia religiosa terminaron generando revueltas
internas y fragmentación política. Hacia el año 1147, tuvo lugar la invasión
almohade, nuevo imperio islámico norteafricano, que ocupó Al-Andalus y amenazó
gravemente a los reinos cristianos. Este nuevo imperio derrotó en Alarcos (1195)
a Alfonso VIII de Castilla, pero, años después, en 1212, tuvo lugar la victoria
cristiana en as Navas de Tolosa (1212) [Casilla 29], clave en el proceso de la
Reconquista cristiana. Esto llevó a la pérdida de Córdoba en 1236 la división
de los dominios musulmanes en los reinos de Murcia, Valencia y Granada.
EL AVANCE CRISTIANO
Ante el AVANCE CRISTIANO fueron sucumbiendo todos
los reinos musulmanes, excepto el de Granada bajo la dinastía árabe de los
Nazaríes, que logró sobrevivir aunque sometido al vasallaje de Fernando III [Casilla 30], rey de Castilla y León.
Finalmente, los Reyes Católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla,
iniciaron una guerra de conquista (1482-1492), que concluyó con la
incorporación definitiva del reino de Granada a la Corona de Castilla y, por
tanto, el fin de la Reconquista cristiana.
Al final de
la Edad Media, la península estaba repartida en cuatro reinos
cristianos: Castilla [Casilla 32], Aragón [Casilla 33], Navarra [Casilla
34] y Portugal [Casilla 35] y el
reino musulmán de Granada [Casilla 37].
EDAD
MODERNA
Se considera el inicio de esta época histórica el
año 1492 a causa del descubrimiento de América, así como el final de la Reconquista.
El inicio de esta época se ve marcado por la llegada de los Reyes Católicos.
LOS REYES CATÓLICOS
Reyes Católicos les fue concedido por el papa
Alejandro VI, tras la Reconquista del reino de Granada. Ambos monarcas
representan el ejemplo de monarquía autoritaria, que son las que caracterizan
el inicio de la Edad Moderna.
El reinado de los Reyes Católicos supuso la
definitiva unificación de Castilla y Aragón, primer paso hacia la construcción
de una monarquía hispánica. Ponen fin a la Reconquista con la toma de Granada,
con lo que se fortalece el poder real frente a instituciones o sectores
sociales que durante la Edad Media lo habían limitado. Un ejemplo de esto es la
victoria de la monarquía sobre la nobleza en Castilla. A la vez, se inician
nuevas conquistas territoriales en el Mediterráneo y en el norte de África, y
la aventura ultramarina con el descubrimiento de América desde 1492. La nueva
monarquía, al contar con un territorio más amplio y un mayor poder político,
pudo poner las bases económicas y político-administrativas de un Estado nuevo,
influenciado por diversos factores:
La creación del Estado Moderno: la monarquía
autoritaria y la unión de las coronas de Castilla y de Aragón [Casilla 38]. El matrimonio (1469) de
los herederos de las dos Coronas-Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón-
hizo surgir la monarquía hispánica, que es una unión meramente dinástica de los
dos reinos, en la que cada reino seguía conservando sus propias leyes, moneda e
instituciones tradicionales.
La
unidad territorial. Los Reyes Católicos llevan a cabo una
política de unidad territorial [Casilla 39],
conquistando territorios que hasta entonces no formaban parte de Castilla o de
la Corona de Aragón, pero que si les pertenecieron en tiempos pasados. Castilla
puso fin a la Reconquista y se anexionó el reino de Granada en 1492, último
espacio que quedaba de la conquista musulmana de la Península Ibérica. En 1493
logran la entrega por Francia de los territorios del Rosellón y de la Cerdaña,
que siempre habían formado parte de Cataluña. Por último, Fernando el Católico,
siendo regente de Castilla, en 1512, cuando ya no vivía Isabel, logró la
conquista de Navarra, incorporándola a Castilla. Llevaron a cabo una política interior en la
restablecieron el orden y la ordenación del Estado, sometiendo a la nobleza,
clero y burgueses levantiscos que se negaban a aceptar el poder absolutista de
los reyes. Muchos nobles fueron expugnados (se les quitaron las defensas:
torres mochas) [Casilla 40], el
clero fue sometido por Fernando el Católico al patronato, derecho que permitía
al rey presentar a Roma la lista de los cargos eclesiásticos más importantes,
garantizando la sumisión de este importante grupo social, y los burgueses
fueron controlados por la figura del corregidor (representante del rey en el
gobierno municipal), que tenía como misión que los acuerdos aprobados no
atentaran contra los intereses y las leyes de la monarquía.
La
unidad religiosa. Cuando los Reyes Católicos acceden al
poder, en España se practicaban tres religiones: la cristiana, la musulmana y
la judía. Los Reyes Católicos decidieron unir sus territorios sobre la base de
una sola religión: la cristiana. En 1492, tras la conquista de Granada, los
monarcas firmaron un decreto por el que los judíos tenían que convertirse
obligatoriamente al cristianismo, de lo contrario, tenían que salir de sus
reinos. Además, para determinar la sinceridad o no de las conversiones se creó
la Inquisición [Casilla 41]. Miles
de judaizantes fueron condenados y otros huyeron de España. Los musulmanes, que
vivían en tierras conquistadas por los cristianos a lo largo de la Edad Media
(mudéjares), eran muy abundantes en la Corona de Aragón y menor en la de
Castilla. Sin embargo, tras la conquista de Granada, su número creció pero su
religión era respetada. En cambio, en 1499 se anularon estas medidas con el
objetivo de lograr una cristianización rápida, pero el resultado fue contrario
y los musulmanes granadinos se sublevaron (1499), rebelión que fue reprimida
viéndose obligados al bautismo o la emigración (1501). Los musulmanes
convertidos al cristianismo recibían el nombre de moriscos, bautizados,
cristianos nuevos, pero islámicos en su fe profunda y en sus costumbres
culturales. En 1502, los monarcas obligaron a todos los mudéjares castellanos,
como acababan de hacer con los granadinos, a elegir entre el bautismo o la
expulsión.
La
política exterior. Con los Reyes Católicos la política
exterior española adquiere mayor importancia y logra grandes éxitos: 1) El Mediterráneo: En Italia se conquista el reino de
Nápoles, entrando en guerra con Francia, también interesada en este reino. En
el norte de África se ocupa Melilla
(1497), 2) El Atlántico: Se logra la definitiva conquista de las
Islas Canarias y, en 1492, con el descubrimiento de América, se iniciaba una
etapa de descubrimiento y de conquista en este nuevo [Casilla 43], y 3) La
política matrimonial. Tuvo un doble objetivo: primero, la unidad
peninsular, a través de enlaces con la corona portuguesa; segundo, el
aislamiento de Francia, al ser el país que se oponía a nuestra política en
Italia. La unión de Aragón y Castilla supuso una política exterior única y un
cambio en la tradicional orientación de la política exterior castellana, basada
en la amistad con Francia. Los casamientos de los hijos de los Reyes Católicos
fueron los siguientes:
Isabel de Aragón,
casada con el infante Alfonso de Portugal, y
después con Manuel I de Portugal, primo de su primer
esposo. Este matrimonio los vinculó con el Reino de Portugal.
Juan de Aragón,
casado con Margarita de Austria, hija
del archiduque
Maximiliano de Austria, (Sacro Imperio Romano Germánico)
y de María de Borgoña, duquesa
de Borgoña. Juan murió prematuramente en 1497. Este matrimonio los
emparentó al Sacro Imperio Romano Germánico y al Ducado de Borgoña.
Juana, apodada la Loca, se casó con Felipe de Austria, apodado Felipe el Hermoso [Casilla 44], hijo del emperador
Maximiliano I de Habsburgo de Austria.
Este enlace los emparentó nuevamente con el Sacro Imperio Romano Germánico.
María de Aragón,
casada con Manuel I de Portugal, su cuñado, al morir
su hermana Isabel.
Catalina de Aragón,
se casó con el príncipe heredero de la Corona de Inglaterra, Arturo Tudor,
quien fue el hijo mayor de Enrique VII de Inglaterra, y tras la
prematura muerte de éste, con su hermano menor, el nuevo rey Enrique VIII de Inglaterra. Estos
matrimonios los entroncaron con el Reino de Inglaterra.
El final del reinado. Isabel la Católica falleció en
1504. En ese momento la heredera a la corona era su hija Juana [Casilla 46], que por entonces se
encontraba en los Países Bajos con su marido, Felipe el Hermoso. En tanto la
pareja estuviera ausente, según el testamento de la reina Isabel, debía
permanecer como regente en Castilla Fernando el Católico. Pero, en 1506, vienen
a España Juana y Felipe el Hermoso; sin embargo, a los pocos meses fallecía
Felipe el Hermoso y Juana la Loca, que ya venía dando muestras de trastornos
mentales, con el fallecimiento de su marido aquéllos se acentuaron. Por este
motivo Fernando el Católico, que se encontraba en Nápoles, regresó a Castilla
convirtiéndose otra vez en regente. La corona española recaía a la muerte de
Fernando en su nieto Carlos I de Austria, dando comienzo a una nueva dinastía
en España, los Austrias.
LOS AUSTRIAS
La Casa de Austria es el nombre con el que se conoce
a la dinastía Habsburgo, que reinó en España en los
siglos XVI
y XVII;
desde la proclamación como rey de Carlos I de España en 1516, hasta la muerte sin
sucesión directa de Carlos II el Hechizado (1 de noviembre de
1700), que provocó la Guerra de Sucesión Española.
Los Austrias se dividen en
dos subgrupos, Austrias Mayores y Menores. Durante los llamados Austrias
mayores (Carlos I y Felipe II), la monarquía alcanzó el apogeo de
su influencia y poder. Sin embargo, los reinados de los llamados Austrias
menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II), coincidentes con lo mejor del Siglo de Oro
de las artes y las letras, significaron lo que se conoce como "decadencia
española": la pérdida de la hegemonía europea y una profunda crisis
económica y social.
AUSTRIAS MAYORES:
CARLOS I (1516-1556) [Casilla 47]: Hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso y por tanto
nieto de los Reyes Católicos y de Maximiliano
de Austria. Su política se
basaba en la conservación de un imperio católico. Esta política se ve
condicionada por las influencias del Sacro Imperio Romano-Germánico. Esto le
lleva a una lucha contra protestantes que se separaron de la Iglesia Católica y
contra franceses por la conquista de territorios italianos. En 1519, falleció
su abuelo Maximiliano I, y Carlos fue elegido también emperador, con el nombre
de Carlos V [Casilla 48].
FELIPE II (1556-1598) [Casilla 49]. Hijo y heredero de Carlos I de España e Isabel de Portugal. Fue el monarca más poderoso
de su tiempo. Su política siguió los mismos principios que la de su padre, es
decir, luchar contra los enemigos del catolicismo: los protestantes y los
musulmanes. Se destacan numerosos hechos de su reinado:
Batalla
de San Quintín (1557). Las tropas de España y del
Sacro Imperio derrotan a las tropas francesas [Casilla 50].
Guerra
de Flandes (desde 1566). Las provincias del norte de los
Países Bajos españoles, que eran protestantes, se sublevan contra Felipe II.
Comienza una guerra que durará más de ochenta años. En 1579, esas provincias
pasan a llamarse Provincias Unidas [Casilla
51].
Rebelión
de los moriscos (1568-1571). Los moriscos de la
Alpujarra de Granada se sublevan. Tres años después, esta rebelión fracasa [Casilla 55].
Batalla
de Lepanto (1571). Una flota de diversas naciones cristianas,
la Liga Santa, liderada por España, derrota a los barcos del Imperio otomano [Casilla 56].
Incorporación
de Portugal (1581). Felipe II, nieto del rey
portugués Manuel I el Afortunado [Casilla
57], reclama el trono de este reino y lo incorpora a sus dominios.
Desastre
de la Armada Invencible (1588). En 1585, Inglaterra decide
ayudar a las Provincias Unidas en su guerra contra España. La reacción de
Felipe II es intentar invadir Inglaterra. Forma
para ello una gran Armada, la cual acaba en fracaso [Casilla 59].
AUSTRIAS MENORES
FELIPE III (1598-1621) [Casilla 60]. Hijo de Felipe II, logra un periodo de tranquilidad
exterior con la Paz con Inglaterra (1604) y la Tregua de los Doce Años en las guerras
de Flandes (1609), sin embargo, apoyará a los parientes de Viena (los
Habsburgo) en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648).
FELIPE IV (1621-1665) [Casilla 61]. Su reinado estuvo dominado por la figura del Conde-duque
de Olivares durante gran parte del reinado. Tuvo que hacer frente a revueltas
en Cataluña y Portugal en 1640. En 1648 firma el Tratado de Münster, poniendo
fin a la guerra de los Países Bajos. España reconoció en este documento la
independencia de las Provincias Unidas. Además, se pone fin a la guerra con
Francia con la Paz de los Pirineos en 1659, en la que España pierde territorios.
A partir de aquí, España inicia su periodo de decadencia, perdiendo así la
hegemonía mundial.
CARLOS II (1665-1700) [Casilla 62]. Hijo de Felipe IV. El proceso de decadencia española
culminó durante su reinado. España reconoce la independencia de Portugal en
1668. España deja de ser la principal potencia de Europa, y es superada por
Francia. Carlos II, que muere en 1700 sin descendencia, deja como heredero a
Felipe de Anjou (Felipe V), nieto de Luis XIV de Francia y de María Teresa de
Austria, pasando la corona de España así a otra dinastía: LOS BORBONES [Casilla 63].
BIBLIOGRAFÍA
Y ENLACES CONSULTADOS
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